Por Esperanza Cabello
Llegamos al tercer capítulo de nuestra Serie de gamones con una nueva publicación en la que se estudia la fiesta de los gamones. Se trata de "El habla de Ubrique" (2007), el libro del profesor Bartolomé Pérez Sánchez de Medina en el que nuestro primer maestro de fráncés no solo estudia, como filólogo, todos los aspectos de nuestra peduliar forma de hablar, sino que hace un somero repaso por algunas de nuestras tradiciones más genuinas y arraigadas.
Don Bartolo trata, por supuesto, y tan magistralmente como siempre, de la Crujida de los Gamones
La Crujida de los Gamones
por Bartolomé pérez Sánchez de Medina
La noche del día 3 de mayo es tradicional en Ubrique encender las “candelas,” grandes piras, y en ellas “crujir” gamones. Estas grandes hogueras se hacen en diversos lugares de la población, sobre todo en plazas y en cruces de calles del casco antiguo. Esta costumbre ancestral, trasmitida a través de generaciones, coincide en el calendario litúrgico con la festividad de la Santa Cruz, “el día de las Cruces”.
La Iglesia fue acomodando su calendario litúrgico a lo largo del año, haciendo coincidir sus celebraciones con las festividades paganas. Así, la Santa Cruz significa el triunfo de la Vida sobre la Muerte, sobre el pecado, y se celebra cuando la primavera llega a su punto máximo de exuberancia en la vida vegetal y animal, motivo que festejaban los pueblos antiguos paganos, pues la primavera es la estación de la renovación biológica, cuando comienza de nuevo la vida en la naturaleza.
El fuego, desde los más remotos tiempos, tiene un significado ritual y religioso. Con el fuego se convocaba a los espíritus, se hacía luz en la oscuridad, se acondicionaban los alimentos para su conservación, se combatía el frío y se destruía lo inservible y perjudicial. Con el fuego se convertían en ceniza y humo los restos marchitos del año anterior. Con la destrucción mediante el fuego se dejaba paso a la nueva vida.
El gamón es una planta herbácea de la familia de las liliáceas, Asphodelus fistulosas, de hojas radicales, erectas, largas y casi cilíndricas; de escapo cilíndrico de 30-50 centímetros de altura o más, y de flores blancas con una línea rojiza en cada pétalo; florece en primavera; sus raíces, tuberosas y fusiformes, se han empleado en medicina popular, en forma de cocimientos, contra afecciones cutáneas.
Hay tradiciones de las que la mayoría de las personas que las cumple desconoce sus orígenes y sus porqués. La crujida de gamones es de este tipo. Hay gente que la relaciona con la Guerra de la Independencia contra los ejércitos de Napoleón a principios del siglo XIX. Entiende que los lugareños encendían “las candelas” y crujían los gamones para ahuyentar a los franceses con el estruendo y el fuego. Parece un tanto peregrina esta explicación del origen de la crujida de los gamones, pues se sabe que los ubriqueños, al tener noticias de que el enemigo invasor se aproximaba a la población, huían al campo y a la sierra. Entonces, al encontrar el pueblo abandonado, lo incendiaban. La crujida de los gamones podría deberse a una práctica ritual primitiva para alejar a aquellos espíritus malignos a los que atribuían los males que padecían en la piel.
Para crujir el gamón, se mete la parte gruesa del tallo entre las cenizas, sin que las llamas lo afecten directamente, así hasta que “hierve”; entonces se retira y rápidamente se golpea fuertemente contra una superficie dura y plana. Al crujir los gamones se libera vapor de agua y savia caliente del bajo tallo del gamón, quedando todo ello flotando tras el estallido, de forma que la aromática mezcla entra en contacto con la piel y la embadurna al relente de la noche.
El triunfo de la nueva vida sobre los restos del año biológico anterior no sólo se afianza con el fuego -pues el fuego se alimenta de muebles viejos, enseres inservibles, leña seca- sino también con el juego del amor, inocente, sencillo, fresco, por el que las muchachas suben a un columpio, trazado de un balcón a otro de la calle, mientras que una mujer canta una cancioncilla de columpio en la que se revela el secreto amoroso de una moza, que primitivamente era de la moza que estaba subida al columpio. Esta cancioncilla de amor se pierde también en el tiempo. Es en los columpios donde las muchachas, llenas de vida y recién tocadas por el amor, balancean sus hermosos cuerpos mientras la coplilla rocía el aire de gracia y desenfado.
“Candelas” y columpios, “crujida” de gamones y coplillas al balanceo de un cuerpo grácil y hermoso dan un prestigio especial a la noche del “Día de las Cruces”.
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