A Manuel Cabello le tocó hacer la mili fuera de la Península. Las influencias de abuela Julia no fueron suficientes para hacerlo volver a Andalucía, así que se tuvo que quedar en Ceuta durante año y medio. Eran tiempos duros, el principio de los años cincuenta, y la vida en Ceuta era difícil.
Su novia, Esperanza, le escribía todos los días, y en cada carta le mandaba un billete de una peseta, y un poco de picadura de tabaco que compraba en cuarterones a las "matuteras", mujeres que venían andando desde Cortes de la Frontera cargaditas con productos de Gibraltar: medias de cristal, ropa interior de nylon, combinaciones de señora, café, mantequilla "flande", chocolate, colchas y un sinfín de novedades que iban sirviendo para el ajuar de las "mocitas".
Manuel estuvo toda la mili sin venir a Ubrique, no tuvo permiso ni siquiera para venir a la boda de su hermana Julia, aunque lo intentó, pero los permisos fueron inexistentes.
Un día en que iba a visitar a unas amigas de su madre, llamó por teléfono a su novia, y entusiasmado con la conversación no quiso colgar, así que se gastó todo el dinero en la conferencia. No le quedó ni una peseta para comer. Cuando llegó a la casa de las amigas de su madre no consintió que le pusieran de comer, pero la amiga cortó unas tapitas... y no quedó ni la muestra.
Pero, afortunadamente, todo termina, y un día de verano de 1951, Esperanza había subido de paseo con sus amigas a Benaocaz, después fueron a Villaluenga, y volvió muy contenta porque al día siguiente regresaría su novio, pero, al vover a su casa, su abuela le dijo: " Yo he visto a un muchacho subir por la cuesta arriba..." El muchacho no había querido retrasar su llegada yendo hasta Ronda, así que se había bajado del tren en Cortes y se había venido andando para llegar un poco antes de tiempo.
Manuel llegó muy moreno, y con 17 kilos menos!
Su novia, Esperanza, le escribía todos los días, y en cada carta le mandaba un billete de una peseta, y un poco de picadura de tabaco que compraba en cuarterones a las "matuteras", mujeres que venían andando desde Cortes de la Frontera cargaditas con productos de Gibraltar: medias de cristal, ropa interior de nylon, combinaciones de señora, café, mantequilla "flande", chocolate, colchas y un sinfín de novedades que iban sirviendo para el ajuar de las "mocitas".
Manuel estuvo toda la mili sin venir a Ubrique, no tuvo permiso ni siquiera para venir a la boda de su hermana Julia, aunque lo intentó, pero los permisos fueron inexistentes.
Un día en que iba a visitar a unas amigas de su madre, llamó por teléfono a su novia, y entusiasmado con la conversación no quiso colgar, así que se gastó todo el dinero en la conferencia. No le quedó ni una peseta para comer. Cuando llegó a la casa de las amigas de su madre no consintió que le pusieran de comer, pero la amiga cortó unas tapitas... y no quedó ni la muestra.
Pero, afortunadamente, todo termina, y un día de verano de 1951, Esperanza había subido de paseo con sus amigas a Benaocaz, después fueron a Villaluenga, y volvió muy contenta porque al día siguiente regresaría su novio, pero, al vover a su casa, su abuela le dijo: " Yo he visto a un muchacho subir por la cuesta arriba..." El muchacho no había querido retrasar su llegada yendo hasta Ronda, así que se había bajado del tren en Cortes y se había venido andando para llegar un poco antes de tiempo.
Manuel llegó muy moreno, y con 17 kilos menos!
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