Natalia Fernández Piñero, 1955
Por Esperanza Cabello
El uno de diciembre siempre era día de celebración en nuestra familia: era el santo de nuestra abuela Natalia, y los santos eran las efemérides más celebradas.
Ya hemos comentado en muchas ocasiones que Natalia es un nombre que nuestra abuela tenía por voluntad expresa de su padre, Eduardo Fernández, que quería que su niña se llamara como su propia madre, Natalia Muñoz, y a nosotros siempre nos ha parecido un nombre entrañable y precioso.
Natalia Fernández en la Plaza de Toros, 1917
Sus hijas tuvieron por nombre Esperanza y María Remedios, pero después todos sus hijos e hijas han querido continuar con el nombre de Natalia, que se sigue manteniendo en la quinta generación.
Natalia Fernández en el San Pedro, 1924
Así que hoy sigue siendo un día especial en cada familia, porque en todas ellas tenemos una hermana Natalia a la que felicitar (¡Felicidades, hermana! ). Y, por supuesto, todos tendremos ese recuerdo cariñoso para nuestra abuela, que fue un modelo de bondad, de paciencia, de actividad, de primor... Hoy mismo Suárez nos ha estado comentando que tanto ella como nuestra madre son dos mujeres excepcionales y, fundamentalmente, buenas.
¡Muchas felicidades!
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