miércoles, 25 de diciembre de 2013

Villaluenga, por Rafael García García

 Villaluenga, Casa Victoria


Por Esperanza Cabello


Hace unos días hablábamos  del poeta de Villaluenga  Rafael García García (1921-1989). Explicábamos que había muy poca información sobre él y que íbamos a intentar investigar algo más sobre su vida y su obra. 
En el magnífico  libro sobre Villaluenga que ublicó en 2008 nuestro amigo Antonio Benítez Román hemos encontrado más datos de nuestro poeta de interés y estos tres poemas que reproducimos integramente, uno dedicado a su pueblo, el otro a su Patrona y el tercero a su maestro, don Antonio Gálvez, que supo inculcar en sus alumnos el amor a la naturaleza.


LA JOYA DE VILLALUENGA

Villaluenga en la sierra suspendida
cual un pañuelo blanco al sol tendido,
-un suspiro de luz que se ha perdido-
en su sueño de gloria adormecida.

El cielo azul, en dulce amanecida,
en sus calles se vuelca enardecido
-espejo fiel de bendición ungido-
sobre la paz que en su silencio anida.

Abrupta la belleza de su entorno,
-Natura le obsequió con tal adorno-
tiene un encanto sin igual y vario.

Y en su joyel de gloria el esplendro
de su joya, sin duda la mejor,
Es su bendita Virgen del Rosario


Tejados de Villaluenga
Fotografía de Luis Eduardo Rubio


PARA LA VIRGEN BENDITA PATRONA DE ESTE LUGAR

Eres morena y hermosa
Como ninguna en la tierra
Con tu fragancia gloriosa
Perfuma divina rosa
A este rincón de la sierra

Paloma en su augusto nido
Estrella de la mañana
Consuelo del desvalido
Luz de la madre cristiana.

Vamos todos por el camino
Siguiendo el itinerario
Bajo los pasos divinos
De la Virgen del Rosario



 El árbol caído
Fotografía de Leandro Cabello



DONDE ESTABA EL ÁRBOL
A la memoria de mi ejemplar maestro,
Don Antonio Gálvez Jiménez.

En vano, terco viento,
Buscas su verde carne,
Si ya  no está su cuerppo,
Ensoñoreando el valle.

El hueco desperfecto
Palpas mañana y tarde
Que es único recuerdo
En que puedas recrearte.

Las cercenadas raíces
que de la tierra salen
Lo dicen lastimosas
Al agua que las lame:

"Ya el árbol presumido
No luce su ropaje,
Ni mece los jilgueros
Que alegran con su cante."

¡Buscad, pájaros bellos,
La dicha en otra parte,
Dejad el sitio estéril
Que solo el viento halague."


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