Nuestra Patrona en la calle San Pedro
La lluvia se alejaba definitivamente
Por Esperanza Cabello
No recordamos una procesión con tanta incertidumbre en todos los años que la hemos vivido. Y mira que la feria ha venido aguada muchas veces, o que alguna noche de fuegos no se ha podido celebrar por las inclemencias del tiempo, pero la tarde de la procesión siempre había sido propicia, meteorológicamente hablando, pero hoy hemos estado en un tris de no poder ver a nuestra Patrona en las calles.
A la salida no parecía haber mucho problema, pero mientras iban llegando al San Juan, donde por cierto hicieron una parada emocionante delante de la casa de nuestra amiga Pepi (siempre paran a la Virgen delante de las casas en las que hay vecinos devotos que están enfermos o muy mayores), el cielo se fue encapotando un poco más y todos nos temíamos que no iba a poder continuar, y que a la llegada a la plaza de Francisco Fatou habría que ir directamente a iglesia de regreso por la puerta de la Plaza.
Porque, en caso de inclemencias, el trono con la imagen de la Virgen de los Remedios no puede refugiarse en ningún sitio, solo cabe en la parroquia, por la puerta de la Plaza, en el San Antonio, en el Jesús y en el Convento.
Pero a pesar de todos esos paraguas que aguardaban, abiertos, en la plazoleta, vimos que la cabecera de la procesión enfilaba, en un clarito, nuestra calle.
Pero claro, siempre pendientes del tiempo. Escuchamos la campanilla tintineando con rapidez, indicando a los fieles que se apresuraran, a ver si era posible hacer un recorrido un poco más amplio pasando por la Pilita Abajo.
Y minutos más tarde ahí estaba la procesión, pasando, como desde hace más de cien años, por nuestra calle, por la antigua calle San Pedro (desde 1801, que Miguel de Olivares construyó la ermita), reconvertida en calle Beato Diego porque este insigne ubriqueño vivía en el número 23 de esta calle.
Para nosotros siempre es una emoción ver la procesión y un tremendo orgullo encontrarnos, año tras año, con nuestro hermano Francisco, horquillero de la Patrona, ocupando el lugar que nuestro abuelo en los años veinte y nuestro padre en los cincuenta ocuparon con la misma devoción que nuestro hermano.
Hace ya dos años que nuestra madre no está con nosotros, pero el momento en que la procesión se acerca a nuestro balcón siempre trae consigo un mundo de recuerdos familiares, de alegrías, de prisas, de mantones de Manila, de ropa nueva y niños bien repeinados, de lágrimas contenidas, de rezos y devociones, de promesas, de alegrías.
Y es el momento, sobre todo, de todas las mujeres de nuestra familia, de las abuelas, de las tías, de las madres, de las madrinas, incluso de nuestras niñeras.
Y mirando esta fotografía hemos podido comprobar cómo el azar ha reunido a nuestro hermano Francisco con nuestra niñera María (a la derecha de la fotografía) que tantos años pasó en nuestra casa ayudando a nuestra abuela y cuidando de nosotros.
Y llega el momento más cercano, ese en el que piensas que podrías tocar el trono si alargaras el brazo, y en el que te das cuenta de que toda la familia está cerca, un hermano en el balcón de al lado, otro cantando, el mayor de horquillero...
Hemos aprendido muy bien de nuestros padres, que por encima de cualquier consideración, siguen aquí, en nosotros.
Y al pasar nos damos cuenta de que el cielo se ha despejado, de que los
nubarrones que estaban sobre el campanario se han difuminado, y que
aquella oscuridad que se veía en los Bujeos se estaba aclarando, y eso
que como ya iba siendo tarde oímos cómo el capataz daba las
instrucciones para que se encendiera ya la luz del trono.
Así, en el claroscuro del atardecer, vimos cómo todo el cortejo, con una banda de música entregada y alegre que no dejaba de embelesarnos con sus acordes acompañando a la Patrona, continuaba su recorrido alegrando e iluminando las calles de Ubrique.
Parece que todo va a seguir con normalidad en esta ocasión, los miembros de la Hermandad respirar tranquilos sabiendo que de nuevo, un año más, van a cumplir su deseo.
Y mañana, domingo, de nuevo a las andas. Cada domingo posterior al ocho de septiembre se celebra la procesión del Voto, con un recorrido diferente por las calles más antiguas de Ubrique, por las que se procesiona la Virgen en recuerdo y agradecimiento de su intervención, hace ciento sesenta y tres años (en este enlace) durante una epidemia de peste.
Y por fin llegamos a la Pilita Abajo, donde tantos ubriqueños y ubriqueñas se agolpan para saludar a su Patrona, todo un esfuerzo por parte de tantas personas que trabajan, colaboran y desde hace tantísimos años luchan para que todos los actos en honor a Nuestra Señora de los Remedios sean un éxito.
¡Enhorabuena a todos!
Y ahora quisiéramos agradecer en nombre de todos los ubriqueños, el tremendo esfuerzo que realizan los miembros de la Hermandad en cada procesión. Hemos hecho un pequeño reportaje (lamentamos la escasa calidad de las imágenes, pero eso de las fotografías no es lo nuestro) con el paso del trono por la última parte de la calle Nuestra Señora de los Remedios, que a lo empinado del terreno une unos escalones que impiden la marcha normal del cortejo y donde hay que coger a pulso el pesado trono sin que se tambalee ni se caiga.
En la serie de imágenes se ve cómo la bajan de los hombros, caminan con ella a pulso los últimos metros de la calle, suben los escalones y llegan por fin a la calle Toledo.
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