Mínimos poemas de otoño
A Juan Ramírez Domínguez, mi querido amigo.
Y ahora que las granadas
se abren como corazones
enramados,
rojas rezumando sangre
en grietas dulces,
labios que lamen pulpas
transparentes y perlas fucsias,
ahora que se esperan lluvias
en los ríos,
altos arroyos desbordándose,
aguas sobre el agua
salpicando en botas de goma
almas e intemperie,
leve frío en los callejones,
pájaros en los plátanos piando
al caer la tarde,
ahora que los farolillos
se arrastran por el suelo
como un dolor arrugado de colores,
y huele a gomas de borrar
en los pelos de los niños,
que las nubes dan arrope a la memoria,
y el verano huye
como una hiena que roba
zamboas amarillas en la huerta,
ahora que recordar es una vida paralela
que nos hace inmortales,
días después que una Virgen
cruzase tu calle enamorada de azucenas,
ahora que eras palabra caudalosa,
viajero de la noche en bicicleta verde,
preso del sufrir que el mar golpea
con violetas,
ahora llenas el espacio de los pinitos
que salen de tu tierra,
sin ti el recuerdo ya no es confortable,
ni la muerte es la nieve donde nos tendíamos
tan jóvenes, querido amigo,
sin tí duele mirar las altas cumbres
del río donde ahora llueve.
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