Juan en Núremberg
Una visita final que cerraba un ciclo
Por Esperanza Cabello
Esta misma noche he tenido noticia, por Manuela Agüera y Ana Mari Ramírez, de la muerte de mi amigo Juan Ramírez Domínguez el jueves pasado en Cádiz. La noticia me ha pillado tan de sorpresa que no he podido reaccionar en mucho rato.
¡Juan! ¡¿Muerto?! No me lo podía creer, el corazón me ha dado un vuelco y se me ha desgarrado un poquito más el alma. No puedo ni imaginar el dolor terrible que estarán sintiendo Clemen y Blanca, su mujer y su hija, ni sus hermanos Ana Mari y Antonio.
Mis recuerdos de Juan se remontan a la más tierna infancia, era el hermano mayor de Antonio y Ana Mari, los tres hijos de Juan Ramírez, "el de Correos", y Rafaela Domínguez, su madre, que falleció demasiado pronto.
Lo recordamos en lo de su abuelo, "lo de Pendón";en Ronda, en Las Delicias; y en Cádiz: Hace casi treinta años una tarde, al recoger a los niños de la guardería, me fui con ellos a jugar a una plazoleta, y cantábamos "Chincho, chinchorro".
Una voz nos habló desde la esquina: "Qué de tiempo hacía que no escuchaba esas canciones ubriqueñas".
Era Juan, con sus dos niños, Juan Manuel y Blanca, que rápidamente se pusieron a jugar con Serafín y Julia mientras nosotros hablábamos de tiempos antiguos, de canciones, de hijos y de familia. Aquel invierno nos vimos más tardes en la plazoleta, y estábamos contentos de compartir vidas similares (sus hijos un poco más pequeños que los míos).
Después se sucedieron una serie de traslados y mudanzas, y no volví a saber de ellos hasta que Ubrique en el recuerdo vio la luz. Juan, que había adoptado un seudónimo "Bebio Dencio", supuestamente el nombre del primer ubriqueño que fue esculpido en piedra (en este enlace). En estos doce años, Juan se ha convertido en un colaborador imprescindible de Ubrique en el recuerdo. Su memoria impresionante, su manera de contar las antiguas historias, su magnífica afición de guardar todos los pequeños tesoros de la familia (fotografías, recuerdos, documentos...) han sido de un valor incalculable.
Pero hubo un suceso que cambió nuestras vidas para siempre, su hijo Juan Manuel murió inesperadamente en Alemania, y de repente todo se convirtió en un caos terrible y doloroso. No solo estaban destrozados él y Clemen, su mujer, por la pérdida de su hijo, sino que tuvieron que enfrentarse a un difícil muro administrativo por estar en un país extranjero con muchos requisitos.
La familia quedó rota a partir de ese momento, siempre habían sido cuatro, y ahora solo quedaban Juan, Clemen y Blanca. Y su dolor era desgarrador.
Juan ha sobrevivido siete años a su hijo, en este tiempo de gran dolor ha ido intentando gestionar su pena con la escritura, publicando siete libros alucinantes sobre sus sentimientos, sus pensamientos, sus recuerdos, su pena, su desgarro. (En este enlace)
He hablado con Juan muchas veces de esta tragedia, y nunca he podido imaginar el horror de la pérdida de un hijo, orfandad inversa, decía Juan, a falta de un término para designar esta situación. Juan me ha contado su tarea en la asociación "Alma y Vida", y siempre me ha parecido magnífico que, a pesar de su propio desgarro, hacía todo lo posible por ayudar a quienes sufrían una pérdida como la suya.
Ha seguido escribiendo, ha seguido trabajando, ha seguido dando charlas, ha seguido regalando libros, ha seguido colaborando con asociaciones culturales... y todo a pesar de que su corazón no quería seguir latiendo y todo el sufrimiento le pasaba factura.
La semana pasada, sin ir más lejos, estuvimos hablando de una fotografía de su familia, que publicaba el miércoles en el blog. Y el miércoles por la noche, comentando la fotografía, me envió varias fotografías para mi hermano Manolo, de la época de Las Delicias, que están preparando su cincuenta y cinco aniversario. Me habló muy cariñosamente de mi hermano y nos deseó a todos mucha salud. Le conté que el jueves nos íbamos a ver a los nietos y que volveríamos muy pronto, y me deseó muy buen viaje aquel miércoles por la noche.
El jueves empezó a sentirse mal y parece que su corazón ya no aguantaba más dolor, murió acompañado de su querida Clemen sin que se pudiera hacer nada por impedirlo.
¡Ay qué dolor!
Para Juan, esa era la única frase que podía resumir tanto sufrimiento. Y ahora yo la utilizo por Juan, por Clemen, por Blanca, por Ana Mari, por Antonio, por todos.
Un hombre tan culto, tan educado, tan cariñoso, tan generoso y con tanto tesón y voluntad. Juan fue enterrado ayer junto al árbol de JuanMa, el árbol de la familia en el Bosque de los Recuerdos, en una ceremonia íntima y privada.
Y para todos los que quedamos aquí, se abre un abismo, la certeza de que, en cualquier momento, cualquiera de nosotros puede caer en él.
Juan decía que solo te morías de verdad cuando nadie te recuerda. Eso no sucederá, porque la estela de bondad y generosidad que ha dejado entre nosotros no se perderá. Sus libros, sus escritos, sus pensamientos y su poesía quedarán para siempre.
El corazón vuelve a irse a lado de sus seres queridos, y quiero mandarles, dentro de la pena que esta noche me embarga, un gran abrazo, porque palabras de consuelo no encuentro para esa familia partida.
Descansa en paz, querido amigo, tú también te has ido casi sin decir adiós, demasiado joven, demasiado pronto, pero dejando tras de ti una huella imborrable.
Ubrique en el recuerdo y el mundo de los libros se quedan huérfanos sin ti, amigo.
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